Capítulo 1

Acton menciona sobre la historia que no se puede en esta generar una historia definitiva, pero sí se puede eliminar la historia convencional, y mostrar el punto al que se ha llegado en el trayecto que va de esa a aquella, y ahora toda la información es asequible, ergo, todo problema es susceptible de solución.

Sin embargo, Clark afirma que el conocimiento del pasado ha llegado a nosotros por mediación de una o más mentes humanas, ha sido elaborado por estas, y que no puede consistir de átomos elementales e impersonales que nada puede alterar, habiendo investigadores que sostienen que todo juicio histórico implica personas y puntos de vista, todos son igual de válidos ya que no hay una verdad histórica objetiva.

Al autor le llama la atención estas dos variantes en tales "maestros", y menciona:

Espero hallarme lo bastante al día como para darme cuenta de que algo escrito en la última década del siglo pasado tiene que ser un disparate. Pero no estoy lo suficientemente adelantado como para compartir la opinión de que cualquier cosa escrita en estos últimos diez años forzosamente tiene que ser verdad.

Es una clara referencia a cómo la historia del pasado se va construyendo día a día en el presente, y sobre cómo esta puede resultar desactualizada de un momento para otro sin darse cuenta si no se está lo suficientemente al día.

Acton es un exponente de una fe positiva, de confianza sobre uno mismo, típico de la época victoriana, y en contraste, Clark refleja una perplejidad y escepticismo propio de la generación "rebelde".

En el siglo XIX los hechos empezaron a hacer mucho ruido, "Lo que yo quiero, son Hechos" decía Mr Gradgrind: "Lo único que se necesita en la vida son Hechos". Y los demás decimónicos estaban de acuerdo con él. Siguiendo tal momentum, decía Ranke como protesta a la historia moralizadora, que la tarea del historiador era "sólo mostrar lo que realmente aconteció". Sin fábulas

Los positivistas por supuesto que aprovechando el momento, se sumaron al peso sobre el culto de los hechos. En GB encajó con la visión empírica de Locke y Rusell en donde el conocimiento presupone separación entre sujeto y objeto; y los hechos, como impresiones sensoriales, inciden en el observador desde el exterior y son independientes de su conciencia. Los hechos serían datos de la experiencia distintos a las conclusiones, esto es "concepción de sentido común de la historia". En esta, la historia consiste en un cuerpo de hechos verificados, que son encontrados por historiadores en documentos, inscripciones, etc... tal como los pescados sobre el mostrador de una pescadería. El historiador los reúne y lleva a casa donde los guisa y sirve como le apetece.

Decía C.P. Scott:

Los hechos son sagrados, la opinión libre

¿Qué criterio separa entonces los hechos históricos de otros datos acerca del pasado?
Se ilustra el caso del paso por el Rubicón de César, para muchos cientos o miles de personas antes de él, ese paso no significaba nada; pero para él sí. Depende del contexto, y el contexto no solo es construido por el pasado sino desde el mismo presente según lo que el historiador vea prudente resaltar.

Hay ciencias auxiliares como la numismática, la epigrafía, arqueología y más que son las que proveen los datos básicos que son los mismos para todos los historiadores, constituyen la materia prima de la historia como tal; y la selección de estos no es una decisión que formula el historiador a priori. Los hechos además, no hablan por sí solos sino cuando el historiador apela a ellos: es quien decide a qué hechos se les da paso y en qué orden y contexto.

Es absurda la creencia en la existencia de un núcleo fuerte de hechos objetivamente e independientes de la interpretación del historiador. Como un ejemplo que da el autor, lo que sabemos de la Edad Media de que estaba poblada por gente muy creyente, está infectado de las profesiones teológicas de los historiadores y cronistas de tal época.

Dice Barraclough, mediavalista que

La historia que leemos, aunque basada en los hechos, no es, en puridad, en absoluto fáctica, sino más bien una serie de juicios admitidos

Jucios de los historiadores que construyen un relato a partir de tales hechos.

Un reto del historiador de época moderna y contemporánea, es que tiene a su disposición de tantos datos, que se le hace complicado sentirse seguro (al contrario de otras épocas en donde el autor manifiesta que la seguridad es mayor al ignorar más ayuda a seleccionar, simplificar, aclarar y omitir) . Porque al contrario de la herejía decimónica, se tienen que seleccionar pocos datos de toda la ingente disponible cantidad de los mismos para encontrar lo realmente relevante (¿según qué criterio?) y no el usar cuanto esté a la mano.

Y ahora el tema de la Big Data llega a acrecentar incluso más este problema, a medida que hay más y más datos disponibles, la crisis de los datos históricos tenderá a la alza.

Antaño, los documentos eran los hechos, palabra sagrada enmarcada en el tiempo. Pero debemos recordar que no hay documento que nos diga más de lo que opinaba el autor que de lo que había acontecido. Son importantes, pero no hay que convertirlos en fetiches, por sí solos no constituyen historia.

Croce advertía que toda historia es historia contemporánea, pues es con los ojos del presente y los problemas del ahora que se observa. La tarea del historiador no consiste en recoger datos sino en valorarlos, de lo contrario ¿cómo saber que vale la pena ser recogido? Carl Becker se aventuró a decir: "los hechos de la historia no existen para ningún historiador hasta que él los crea".

Collingwood afirmaba que la filosofía de la historia no se ocupa "del pasado en sí", ni "de la opinión que de él en sí se forma el historiador", sino "de ambas cosas relacionadas entre sí": "El pasado que estudia el historiador no es un pasado muerto, sino un pasado que en cierto modo vive aún en el presente", por tal motivo "toda la historia es historia del pensamiento, y la historia es la reproducción en la mente del historiador del pensamiento cuya historia estudia"

  1. La historia siempre pasa por el filtro de un historiador, no nos llega "pura" si es que cabe el término en este contexto. El autor recomienda que antes de estudiar historia, estudiar al historiador antes de ponerse a mirar los hechos. Similar a como se consulta por profesores antes de estudiar sus clases
  2. No se puede hacer historia si el historiador no llega a establecer algún contacto con la mente de aquellos sobre los que escribe, sus miedos, sus métodos, sus objetivos, sueños, etc...
  3. Solo podemos captar el pasado y logar comprenderlo a través del cristal del presente. Las mismas palabras de imperio, guerra, revolución, dictadura, tienen connotaciones que no pueden divorciarse del presente. El uso del lenguaje le veda la neutralidad, pues las palabras ya están cargadas en nuestros días. Lo cual va de la mano del Giro lingüístico. El amor al pasado debe medirse, puede ser un síntoma de pérdida de fe en el presente y futuro, por ellos. El historiador pertenece al hoy, no al ayer. Su función es dominarlo y comprenderlo (el pasado) como clave para comprensión del presente.

Esas consideraciones collingwoodianas tienen cierto peligro: como descartar toda la historia objetiva porque esta la hace el historiador, un escepticismo total, lo mismo que la observación de Froude, para quien la historia es un "rompecabezas infantil de letras donde puede formarse la palabra que se nos antoje"

Pareciera que el historiador divide su tarea entre recolectar fuentes y colmarse de datos para luego escribir un libro de principio a fin, pero recomienda ir haciendo las dos fases al tiempo para reescribir su obra para encontrar más significado en lo que se hace.

El hombre, salvo acaso en su más prístina infancia y en su más avanzada vejez, no está del todo absorbido por el mundo que le rodea ni incondicionalmente sometido a él. Por otra parte, nunca es del todo independiente de él, ni lo domina incondicionalmente. La relación del hombre con el mundo circundante es la relación del historiador con su tema. El historiador no es el humilde siervo ni el tiránico dueño de sus datos. La relación entre el historiador y sus datos es de igualdad, de intercambio.

Mi primera contestación a la pregunta de qué es la Historia será pues la siguiente: un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado.